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Algeciras — 2021

Andy Warhol, por su parte, llegó más tarde, con su característica desconexión emocional. Se ubicó en un rincón apartado, mirando el techo, claramente tratando de evitar cualquier tipo de interacción. “¿Es esto arte?””

El eco de un río susurra suavemente desde las sombras, su sonido quebrado por el paso de artistas que llegan, uno a uno, a un espacio subterráneo casi olvidado, bajo un puente. Las paredes de hormigón, duras y ásperas, sostienen las pinturas de Rodrigo Troitiño Salvator. Sus paisajes impresionistas, que capturaban vibrantes escenas desde la playa de Getares hasta el Peñón de Gibraltar, parecen saltar de las paredes mismas, desbordando las texturas del concreto. La galería, ubicada en los límites de Algeciras y el Parque Natural de Los Alcornocales, es casi subterránea, rodeada de un aire de misterio y provocación. Los artistas que llegan no saben exactamente qué esperar, pero intuyen que la exposición de Troitiño es diferente a todo lo que han conocido.

La Llegada de los Artistas

Frida Kahlo es la primera en llegar. Su presencia única ilumina el espacio sombrío. Con una mirada pensativa, observa las pinceladas rápidas de Troitiño, tan llenas de energía y movimiento. No puede evitar sentirse conectada con la cruda emoción que emana de las obras. “Es un arte de lucha”, murmura, tocando suavemente una de las paredes. La fuerza de la naturaleza parece tener voz propia en esos paisajes. Algo de ella misma resuena en la pintura de Troitiño.

Poco después llega Henri Matisse, siempre curioso y abierto a nuevas propuestas. Sonríe al ver la técnica de Troitiño y, al observar cómo las pinceladas rápidas dan vida a las montañas y el mar, comenta: “Es fascinante cómo el movimiento de la naturaleza se captura con tanta energía. El arte no necesita ser suave para ser bello”. Matisse se acerca más a las obras, dejando que sus ojos recorran cada trazo, cada línea, sintiendo la armonía que emerge del caos de Troitiño.

En ese momento, Pablo Picasso entra, con su aire desafiante y su mirada crítica. Observa la exposición con desdén, como si nada de lo que ve pudiera compararse con su propio genio. “Esto es instinto, no arte”, dice en voz baja. “El arte debería ser ruptura, no una repetición de viejas fórmulas”. Se acerca a una de las pinturas de Troitiño, sus ojos fijos en la rudeza de las pinceladas. “Demasiado sucio para mi gusto”, murmura. Sin embargo, no puede evitar reconocer la fuerza emocional que emana de las composiciones.

La Llegada de Bacon, Warhol, Munch y Goya

Tras Picasso, Francis Bacon irrumpió en la galería, visiblemente borracho. Su caminar errático y su rostro ligeramente enrojecido reflejaban el caos que siempre había buscado capturar en sus obras. Sin mediar palabra, se dejó caer al suelo, mirando fijamente las paredes de concreto donde Troitiño había estampado su furia. “Esto es desgarrador”, musitó, con los ojos perdidos en las pinceladas violentas. En su estado, se sintió completamente conectado con la desesperación y el sufrimiento plasmado en el arte de Troitiño.

Andy Warhol, por su parte, llegó más tarde, con su característica desconexión emocional. Se ubicó en un rincón apartado, mirando el techo, claramente tratando de evitar cualquier tipo de interacción. “¿Es esto arte?”, se preguntó en silencio, mientras observaba las obras de Troitiño con su habitual desdén. La crudeza del lugar y el aire subterráneo parecían no tener nada que ver con su mundo, tan enfocado en la superficialidad del consumo. Sin embargo, algo en una de las pinceladas le llamó la atención. Al intentar girarse para alejarse, tropezó con una piedra y cayó de lleno al río cercano. Un golpe sordo retumbó en la galería, y todos los ojos se volvieron hacia él. Warhol se levantó rápidamente, se sacudió el agua de las gafas y, como si nada hubiera pasado, volvió a mirar el techo. “¿Esto realmente es arte?”, murmuró, sin mover un músculo.

El siguiente en llegar fue Edvard Munch, con su rostro ansioso y su mirada penetrante. Al adentrarse en el espacio, sus ojos se llenaron de una profunda angustia. Las pinceladas rápidas de Troitiño, la forma en que las montañas y el mar parecían tomar vida en sus cuadros, lo desbordaron emocionalmente. “Esto... esto es más profundo de lo que pensé”, dijo, dando un paso atrás. Algo en las pinturas le recordó a su propio Grito interior, ese dolor existencial que siempre había plasmado en sus lienzos. Munch se alejó un poco, buscando refugio en un rincón oscuro, como si las pinturas pudieran, de alguna manera, absorber su propia ansiedad.

Finalmente, Francisco de Goya llegó. Su mirada penetrante recorrió las pinturas con atención crítica. “Este es un arte grotesco”, dijo en voz baja, “pero también es un arte revolucionario”. Observó las composiciones de Troitiño con una mezcla de admiración y desdén. “El arte no debe ser cómodo. Debe confrontarnos, hacernos reflexionar sobre lo más profundo de nuestra existencia”. En un tono más bajo, continuó: “Este arte tiene algo de primitivo, algo que desafía la comodidad de la superficialidad comercial. Es un arte de lucha interna”.

El Encuentro de Dalí y Picasso

Mientras los artistas se dispersaban, explorando la galería y comentando sobre las obras, algo comenzó a caldearse en el aire. Salvador Dalí llegó a la exposición con su característico aire teatral y su mirada provocadora. “Ah, ¡el arte llevado al absurdo!”, exclamó, al ver las pinceladas de Troitiño. “Esto parece más una manifestación surrealista que una pintura impresionista”. Picasso, que ya estaba allí, no tardó en responder con su habitual actitud desafiante. “¿Absurdidad? ¿Es eso todo lo que tienes que decir? El arte debe ser ruptura, no solo un juego de formas”, replicó, mirándole fijamente.

La tensión se disparó entre ambos. Dalí sonrió de manera casi cínica y dijo: “Lo que tú llamas ruptura es solo la repetición de viejos conceptos. Tu arte está atrapado en el pasado”. Picasso, enojado, dio un paso hacia él y respondió: “Tu arte está lleno de trucos. ¡Solo te importa sorprender, no conectar realmente con la gente!” Los dos comenzaron a discutir con pasión, mientras sus voces se alzaban en la galería, atrayendo la atención de los demás artistas.

La Interacción con el Arte de Troitiño

Mientras Dalí y Picasso se enfrascaban en su pelea, los demás artistas comenzaron a interactuar con las obras de Troitiño, cada uno absorbiendo algo diferente:

  • Vincent van Gogh, al ver las pinceladas vibrantes, se sintió profundamente conmovido. “Esto tiene algo de lo que busqué toda mi vida”, dijo, tocando suavemente una de las paredes donde el mar y la arena se confundían en un solo movimiento. “Es como un torbellino de emociones”, pensó, recordando su propia lucha con la intensidad del color.

  • Frida Kahlo, observando los paisajes que Troitiño había capturado, pensó: “Aquí también hay vida. El dolor y la renovación siempre caminan juntos”. El contraste entre el espíritu natural de las obras y el contexto urbano le pareció interesante, casi simbólico de la lucha interna que siempre había vivido.

  • Georgia O'Keeffe, siempre tranquila y contemplativa, estudió las obras desde una distancia. “Es una sensación profunda de pertenencia”, pensó, observando la relación entre la naturaleza y la textura cruda del concreto.

  • Jackson Pollock, al ver la intensidad de las pinceladas, no pudo evitar sentir una conexión con su propio estilo caótico. “Esto es movimiento puro”, dijo para sí mismo. La vibración del lugar le recordó su propia necesidad de crear de manera descontrolada.

El Discurso Final de Troitiño

Cuando la tensión alcanzó su punto máximo entre Dalí y Picasso, Rodrigo Troitiño Salvator se levantó de su rincón y se acercó al grupo. Con una mirada desafiante, dijo:

“Dejen de ser tontos. El arte es orgánico. No es solo una técnica, es vida. El arte no debe ser agradable ni comercial. No tiene que encajar en ningún molde. Es la esencia misma de la existencia: crudo, visceral y auténtico."

Hizo una pausa, mirando a cada uno de los artistas con intensidad. Luego, su tono se suavizó, volviéndose más reflexivo.

“¿Quién soy yo para decir lo que es arte?”, dijo en voz baja, casi como si se hablara a sí mismo. “No estoy aquí para definirlo. Cada uno de ustedes tiene su camino, su forma de expresarse. Todos aquí lograrán dar sus pasos en el arte. Algunos más superficiales, otros robando ideas, otros manipulados por Gala... pero todos avanzarán, por su cuenta, a su manera”.

Troitiño sonrió levemente, como si el peso de sus palabras estuviera cargado de una amarga sabiduría.

“Lo que importa es que cada uno de ustedes busque su propia verdad. Que se enfrenten a lo que el arte realmente es para ustedes, sin miedo ni pretensiones. Eso es lo único que importa. Al final, nadie puede enseñarle a otro lo que es realmente arte. Pero todos podemos sentirlo cuando lo encontramos.”